Lo único que me hace despertar cada mañana es saber que te veré. A las seis de la mañana busco fuerzas en el último mensaje que me mandaste. Lo peor es que funciona y me levanto. Estamos a 10 grados y no hay agua caliente. Me duele el cuerpo del frío, pero mi mente está absorta en ese guiño particularmente sexy que me dedicaste ayer, y no se da cuenta de que me estoy quedando helada. Cojo el autobús, y suerte que me encuentro con una amiga porque si no me quedaría dormida. Escucho al profesor: distante, pausado, ilógico. Lo dejo en segundo plano y me pongo a dibujarte y a pensar cosas imposibles. Se ve que me has acostumbrado a lo bueno. Dejo pasar las horas hasta que vuelvo al bus, sola. Me acurruco en la parte de atrás esperando que el viaje dure lo menos posible para verte pronto. Al grito de "Help!" me despierto. Ya estoy cerca. Bajo del bus, cruzo la carretera, recorro la calle, giro, ando, giro, corro, giro, abro la puerta, subo las escaleras, inspiro... Y cuando entro en tu habitación abres los ojos, recién despierto, sonríes y murmuras: "Nena..."
Y no puedo contener las ganas de abrazarte.
Dos años juntos... Tú y yo, mi amor, y la eternidad. Porque el mundo es gilipollas, pero tú eres la esperanza, la resistencia. Te kiero con locura, Óskar.
